Apagón total. Lo necesitaba como agua de mar. Desinstalar Instagram y Facebook y bloquear notificaciones en mi móvil. Desconexión total (o casi) para refrescar la mente, sentir el sol en la piel y olvidarme de la rutina.

Para la mayoría de la gente tener vacaciones es tener más tiempo para dedicar a las redes sociales, subir fotografías a Instagram como si no hubiera un mañana y aprovechar para cotillear a más no poder los stories de los demás. Pero para mí eso es lo que hago 344 días al año 22 horas al día. Y eso, aunque me gusta, cansa. Tanto que a principios de agosto estaba tan agotada que no disfrutaba haciendo mi trabajo, vamos, que estaba al borde del colapso mental como todo hijo de vecino a estas alturas del año 😉

Siempre en vacaciones solía desloguear Instagram y Facebook y cuando me apetecía lo abría para subir alguna foto tipo «piestureo» o «heladostureo» y lo volvía a desloguear. Pero qué pasaba, pues que el saber si mi foto habría gustado o no, entraba un momentín para verlo y ¡pam! caía y empezaba a cotillear fotos. ¿El resultado? Pues sí, lo que habrás imaginado no acababa desconectando al 100%.

Así que este año he desinstalado por completo las aplicaciones y he vivido 3 semanas sin redes sociales. Y me he dedicado a pasarlo bien, a tomarme mojitos sin contarlo, a pasear por la montaña sin enseñar cada minuto de la caminata, a bañarme en el mar sin subir mi piestureo. ¿Y sabes qué? Que he sobrevivido y he aprendido un montón de cosas. Cosas que te contaré en el próximo post. Porque estoy de un plan taaaan y taaaan relajado que ver estos 3 parágrafos que te acabo de soltar me da pereza incluso a mí 😉

Gracias por pasarte y feliz vuelta si tu también acabas de llegar de vacaciones 😉 La vuelta será dura pero será con las pilas a tope. ¡Prometido!

Nos leemos el viernes con la segunda parte.