Lo admito, quizás tú sí tengas una vida Pinterest, pero yo no. Lo siento en el alma porque tener una vida Pinterest debe ser como conseguir llegar a la luna o aprobar todos los exámenes de sociología del mundo entero, pero yo he descubierto que no tengo una vida Pinterest ni nunca llegaré a tenerla.

No nos engañemos, Pinterest es bonito, lleno de ideas, de inspiración, de tableros llenos de pasteles bonitos, de jardines preciosos y amplios, de muebles que parecen no haber sido expuestos nunca a un cumpleaños de un grupo de 20 niños de 4 años, de vestidores luminosos y bien ordenados que ríete tú del de Carrie Bradshaw en Sex And The City.

He descubierto que vendemos humo porque aunque no tenemos ni puñetera idea de hornear un pastel como Dios manda, ni tenemos un jardín con muebles bonitos, ni un vestidor como el de Carrie hacemos que nuestro cutre pastel de manzana parezca la mejor tarta hecha nunca, que los muebles del jardín parezcan salidos de una revista de muebles o que nuestro vestidor sea más chulo, más cool y más bonito que el de la Bradshaw. ¿Y cómo lo hacemos? Utilizando el mejor ángulo, el mejor filtro y, cómo no, fotografiando la parte del pastel que no se ha quemado, ese mueble del jardín que todavía no se ha podrido con la lluvia y sacando la foto a esa parte del vestidor que todavía conserva 3 camisas planchadas porque como te van ajustadas no has podido ponértelas. Y es que la vida Pinterest uno no la vive, la crea.

Y oye, muy a favor de seguir adornándolo todo para que se vea bonito pero de vez en cuando, solo de vez en cuando, conformémonos con nuestra tarta quemada, nuestro jardín sencillito pero acogedor y nuestro armario lleno de camisetas desordenadas. ¿No os parece?